Entre la neblina veo que me busca.
Está ahí, llamándome a gritos ensordecidos.
A veces la escucho con atención, me cuenta de su ansiada tranquilidad.
Y la veo levantarse con esfuerzo, arremeter contra una barrera infranqueable en pos de libertad.
Le tiendo la mano con recelo, pero con esperanza a la par.
Me roza los dedos con ternura; como antaño, con amor.
De mis vidriosos ojos brota felicidad, una paz anhelada.
Pero por mucho que se levanta, no consigo alcanzarla.
Se vuelve lejana en la oscuridad.